La hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidades

sábado, 26 de marzo de 2011

Ganarse la vida


Leo en El Confidencial Digital que el grupo PRISA va a imponer el mileurismo en los redactores que contrate, a partir de ahora, para sus empresas periodísticas. Según la misma información, sigue los pasos del grupo Vocento. Pues estamos buenos.


Ya desde antes del estallido de la actual crisis económica, la profesión periodística se halla inmersa en su propia situación de emergencia. Los bajos sueldos, la nula solidez de los contratos y la precariedad en las condiciones de trabajo empezaron a ser demasiado habituales en los años en los que España atravesaba una etapa de inaudito crecimiento económico. Pero lo de ahora, directamente, no tiene nombre.


En la actualidad, ser redactor en un medio de comunicación se ha vuelto incompatible con algo tan elemental como ganarse la vida. La afirmación puede parecer exagerada, pero la situación está cobrando visos casi dramáticos. Si las únicas empresas que se caracterizaban por pagar bien dejan de hacerlo, desempeñar esta profesión en España va a ser casi imposible, especialmente en las actuales condiciones. El alto componente vocacional que implica será insuficiente si, a cambio de los enormes sacrificios que comporta, no se obtienen unas condiciones de vida mínimamente aceptables.


Los medios miran hacia otro lado, porque son los responsables, pero en las circunstancias actuales es absurdo exigir una carrera universitaria para unos puestos de trabajo cuyas remuneraciones, en buena parte de los casos, son iguales a las de un controlador del parquímetro. Seamos francos: los únicos profesionales jóvenes que se han hecho un hueco en los últimos años lo han conseguido por factores (belleza, telegenia, desparpajo) que nada tienen que ver con el saber y sí con unas cualidades que hasta ahora parecían exclusivas del mundo del espectáculo puro y duro.


Tenemos másters de toda índole, asociaciones de la prensa en cada provincia y códigos deontólogicos para parar un tren. Por una razón o por otra, se han demostrado ineficaces para dotar a este gremio de un colchón suficiente para garantizar unos mínimos dignos.


Por otro lado, sin este panorama, hubieran sido inviables las decenas de medios de comunicación que han surgido en los últimos años. ¿Cuántas de las empresas periodísticas aparecidas en los últimos diez años se hubieran podido siquiera poner en pie sin el trabajo de toda una generación de jóvenes redactores, ya licenciados y con experiencia, dispuestos a dejarse la piel durante años por un salario que cualquiera de sus mayores habría rechazado? Quizá algún día alguno de los empresarios beneficiados pronuncie algunas palabras de agradecimiento.


Así las cosas, me cuesta imaginar un futuro cercano con periodistas jóvenes. O, al menos, tal y cómo los conocemos actualmente. A este paso, lo normal es que los redactores acaben convertidos en unos profesionales con mínima cualificación, que han accedido a ese trabajo por no poder hacer otra cosa, y se conformen con el salario mínimo. ¿Podrán hacerse así los medios de comunicación que aspiren a ofrecer al público un producto de calidad?

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